De alguna manera siempre encontré en la danza una manera de conectarme con mi esencia, de drenar y soltar cargas. Desde lo físico evidentemente había una cascada hormonal que me hacía experimentar esto en el cuerpo, pero con el tiempo fui encontrando un vínculo con mi proceso espiritual, y no sólo eso, se convirtió en una ruta en la que podía compartir este conocimiento que había adquirido sobre la existencia y la vida misma a mis alumnas en el lenguaje de la danza.
El proceso de hacer una coreografía no podía quedar por fuera y pronto noté que a medida que se experimenta la transformación en la vida de todas las bailarinas del elenco, desde el mensaje y la intención inicial, sumado a los movimientos y todo el engranaje dramatúrgico, la transformación también se va manifestando en la danza, en la puesta en escena y en la experiencia del cuerpo durante el montaje y en el escenario.
Esto es lo que quiero compartirles este mes de abril, celebrando el mes internacional de la danza. La forma en la que construyo coreografías con propósito, desde la idea y como surge los detalles dramatúrgicos, el estilo, la música, los elementos de escenografía, la iluminación, la coreografía y la variedad de técnicas de danza y expresión corporal, como transmitir este mensaje a tu equipo, cómo engranar todo y generar una puesta en escena coherente y homogénea y finalmente que este proceso represente un antes y un después en la vida de cada bailarina y en la vida de cada uno de los espectadores.